Conflicto en La Araucanía y liderazgo tradicional mapuche
Eduardo Bitran Académico de Universidad Adolfo Ibáñez
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Eduardo Bitran
En los últimos años observamos un crecimiento de las acciones delictivas de grupos radicalizados que, esgrimiendo la “causa mapuche”, atentan contra las personas y la infraestructura productiva en la macrozona sur. Esta situación, además de sembrar el terror e impedir el desarrollo económico social, genera un enorme daño a la legitimidad social y política de las reivindicaciones del pueblo mapuche, que estos grupos falazmente dicen propugnar.
Hay importante evidencia de que grupos radicalizados instrumentalizan la “causa mapuche” para mantener un negocio ilícito muy lucrativo. Se ha generado una “industria del conflicto”, que consiste en ocupar territorios productivos, generando a través de actos violentos una percepción de inseguridad tal, que los transforma en los únicos actores que pueden ingresar a dichos territorios para cosechar y comercializar sus productos. Estos grupos administran recursos monetarios cuantiosos, lo que les permite cooptar voluntades en las propias comunidades, especialmente los jóvenes, despojando a los líderes tradicionales mapuche de toda influencia.
“Grupos radicalizados están instrumentalizando la ‘causa mapuche’ para mantener un negocio ilícito muy lucrativo, una industria del conflicto”.
El menoscabo de los líderes tradicionales tiene también que ver con el relativo abandono de estas comunidades por parte del Estado, lo cual afecta la capacidad de estos líderes de mostrar un camino que genere expectativas. Ni siquiera la transferencia de tierras ha tenido el impacto esperado en el mejoramiento de las condiciones de vida de la población mapuche, puesto que muchas veces se relocaliza a las comunidades, desarraigándolas.
Este proceso tampoco ha estado asociado a programas de desarrollo productivo que aseguren la sostenibilidad de las comunidades en dichos territorios. La información disponible indica que solo se ocupa el 33% de la superficie con fines productivos y la pobreza extrema en la población mapuche casi duplica la de la región.
El tiempo solo acentuará la cooptación e infiltración de las comunidades por la lógica de la “industria del conflicto”, atentando contra los valores y cultura mapuche, que promueven el concepto del “buen vivir”, entendido como una “forma de vida en plenitud que concibe al hombre en equilibrio y relación armoniosa con la naturaleza”.
Se acaba el tiempo, el Estado debe abordar el desafío de desarrollo integral socioeconómico sostenible de las comunidades mapuche, asociando la restitución de tierras a programas de desarrollo productivo, con un esfuerzo por establecer servicios e infraestructura pública razonables, con programas de compras públicas que apoyen la incubación de una economía mapuche dinámica.
La solución pasa por fortalecer el rol de los líderes tradicionales y las mujeres, fundamentales en la familia mapuche, así como acompañar la creación de capacidades empresariales mapuche para el desarrollo de una economía intercultural que también fortalezca su identidad cultural y coexista en forma sinérgica con el resto de la economía en el territorio. Esto permitiría aislar a los grupos radicales, facilitando terminar con la “industria del conflicto” y robustecer el tejido sociocultural mapuche.